jueves, 27 de marzo de 2014

 «Un amante al partir su amada».  Nicasio Álvarez de Cienfuegos

¿Qué se siente,  cuando se aleja de nosotros, la persona que nos hace sentir, que nos hace ver el mundo de otro color? Es un sentimiento muy parecido a la muerte, porque nos despojamos de todo aquello que nos hace sentir y vivir, es una sepultura de sentimientos no encontrados, como sí una parte de nosotros muriera con la partida de esa persona. Nicasio Álvarez de Cienfuegos, en su poema “Un amante al partir de su amada” refleja ese dolor, esos funestos sentimientos que nacen al ver como el gran amor se aleja de nosotros. Llegamos incluso a detestar todo lo vivido anteriormente, nos quema el sin vivir de no tenerlo, nos cuesta resignarnos a que este nuevo dolor que sentimos sea verdad. Cienfuegos, lo expresa varias veces en el poema…” ¿Y corréis, y corréis? Dejad al menos que otra vez nuestros ojos se despidan otra vez sola, y trasponeos luego.”. “¿Por qué no es dado a mi cansada planta alcanzar su carrera? ¿Por qué el cielo sólo a las aves el dichoso vuelo benigno concedió? Jamás doliente llora el jilguero de su amor la ausencia; yo entretanto de mi Laura ausente en soledad desesperada lloro y lloraré sin fin.”.
Intentamos ir rompiendo cada día juramentos sagrados de amor, llegando al olvido de tantos sueños construidos para los dos,  pretendemos ser valiente, y poder vivir nuestro día a día, dejando atrás  todo lo que hemos compartido, añorando cada momento vivido a su lado, anhelando cualquier gesto, olor,  mirada y sueño pronosticado. Disfrazamos emociones, pensando que siempre tendremos una parte de él, aunque la misma desesperación nos abrume, nos sentimos solos, y que todo lo demás ha perdido el sentido. Vamos sin rumbo de partida, sintiendo la despedida,  en una contaste pérdida de equilibrio, que nace de la impotencia, de la angustia, de vernos solos y despojados de todo amor. Es como si la vida se convirtiera en una trampa, nos cuestionamos si lo hemos hecho bien, si hemos dado todo lo que podíamos. Quedándonos solo el recuerdo vivo, de lo que significó para nosotros, aceptando que la vida sigue, que nada es estático, que la primavera vuelve a resurgir y por mucho que queramos que ese amor sea permanente, tenemos que dejarlo ir, por propia cuestión de salud mental. Semejante a cuando un ser querido se nos va para siempre, porque cuando nos disponemos a olvidar intentamos enterrar todo aquello que nos ha hecho  sentir vivo.

¿Está el desamor, en el mismo punto de partida que la misma muerte?

lunes, 24 de marzo de 2014

ODA XXVI Del caer de las hojas. Juan Meléndez Valdés

Considerado el poeta ilustrado por antonomasia, Juan Meléndez nos deja entre estas Odas anacreónticas, Del caer de las hojas donde queda patente la madurez poética y la confluencia de corrientes que caracteriza la lírica de este siglo. En esta Oda en concreto se puede apreciar el manejo que Meléndez tiene de los registros temáticos y estilísticos, quedando entrelazados el tema de la Oda: la fugacidad del mundanal contento (verso 10), con el ritmo de la misma.
 La aparición del tema marca la separación entre las dos primeras cuartetas (verso 1-10)  y la tercera. El ritmo se puede seguir,  además de a través de la métrica, gracias al uso de los verbos, que marcan el carácter nada estático de la obra, pues con el uso de los verbos hierven, circulando, giran, aparece el movimiento en el poema. Por el contrario a través de los verbos anublan y apagan se frena el ritmo. 
Es en esta Oda XXVI donde quizá el poeta exprese con mayor claridad el sentimiento de temporalidad.

La muerte como tema principal no es un tópico digamos, abundante en la poesía del siglo XVIII, pero sí que se puede percibir un ligero atisbo en la desembocadura del texto, antecediendo muy a grandes rasgos lo que vendría a ser el prerromanticismo.

El poema se sitúa en un momento en el que la lírica está bajo el gran mito de la ilustración qué es la razón. La razón ilustra, ilumina para llegar a la sabiduría y conseguir la felicidad. Además del sentimiento humanista que domina el pensamiento ilustrado, destaca el tema de la naturaleza, que era ésta la que para los filósofos ilustrados inspiraba la razón. Por tanto, lo razonable era lógicamente natural y el concepto de naturaleza se convertía en algo  muy positivo. Un ser racional a través de la naturaleza puede vivir y obtener todo lo que necesita, es por esto que aparece también la idea de fisiocracia (Robinson Crusoe que sobrevive gracias a la naturaleza y con la ayuda de su razón.
El tema de la naturaleza, que soluciona en un 50% la tónica del poema queda completado con la influencia de unos grupos que surgen sobre todo en Inglaterra y Alemania, pero qué en general son un grupo de poetas y escritores que nos van a mostrar algo diferente a lo visto con el racionalismo del siglo XVIII. Éstos, son todavía hombres del siglo XVIII pero aportan cosas nuevas como el sentimiento, nos avanzan lo que va a venir después.
Es aquí donde se percibe el tono funesto, del fin. No del miedo pero sí de algo que se acerca, que deja atrás el mundanal contento. Es posible que esta oda sea una pequeña prueba de Meléndez Valdés como ese personaje puente que introduce y trata muy distintos aspectos. Así podríamos hablar de figuras como la de Rousseau, que puede tratar tanto novela pedagógica (El Emilio), como teorías políticas, como novela sentimental (La nueva Eloisa)… También podemos hablar de Fuseli (Füssli
)cuya obra pictórica es un ejemplo clarísimo de este momento de transición que tiende a lo irracional y los matices algo más oscuros.